
Astrofotografía en Cayambe, Ecuador
Qué bien el Cayambe, se puso de nuestro lado para poder tomarle fotos. Aunque sí nos lanzó un frío y viento importante,
El Lago Inle, en Myanmar, está rodeado de más de 200 pueblos donde viven, en su mayoría, los intha que significa “los hijos del lago”. Tuvimos dos días para explorarlo y empezamos viendo el amanecer detenidas en un cuerpo de agua tan templada que parecía mercurio líquido.
Llegamos a las 2 de la mañana y a las 5 ya estábamos en una canoa para ir al lago a esperar que salga el sol. Una vez absorbido ese momento, realmente no importaba más. Solo el frío, hacía bastante frío. Le dejamos a NICO que nos lleve a todas las atracciones y decidió que debíamos empezar por un templo y después desayunar en su “barrio”.
Recorrimos los sembríos flotantes, las tiendas de seda, una joyería, una tintorería, y terminamos almorzando en la casa del jefe de NICO. Nos pusimos Thanaka, un maquillaje, protector solar tradicional y nos cambiamos de canoa para poder remar y flotamos por distintas avenidas desde donde veíamos a gente pescar, bañarse, moviendo tierra, y venta “ambulante” donde se acercan vendedoras en canoa a exponer sus artesanías. Experimentamos el turismo comunitario, donde los negocios se recomiendan entre ellos.
Y como es el país de los templos… Nyaung Ohak, un pequeño bosque de templos que están derrumbándose. La naturaleza convive con ellos, por lo que perderse un rato entre sus piedras, pasando Budhas rotos, saludando a los perros que lo habitan, es una buena forma de cerrar el día. Excepto que ahí no termina. Regresamos en la canoa, acompañadas de otras señoras a quienes se les había fundido el motor de su transporte, y llegamos después del atardecer a hacer una última parada en el mercado nocturno.
Al siguiente día, después de conversar con otra turista que conocimos en Bagán y nos encontramos en el lago Inle, decidimos hacer el tour del Tofu. Alquilamos unas bicicletas y nos fuimos al otro lado del lago. Pasamos unos templos y aguas termales para cruzar en cano el lago e iniciar una ruta culinaria. Todos los sabores típicos de la calle, hechos de tofu.
Empezamos con una ensalada de tofu (que nos sirvieron dos veces hasta que empiece la ruta), pasamos por distintas casitas donde preparaban todas las frituras que venden en las tiendas y en las calles. Todos sonreían y nuestro guía, la cabeza del Palacio del Tofu, conversaba con todos y, a cada persona, le compartía algo de comida que llevaba de nuestras distintas paradas. En las horas que pasamos recorriendo estos espacios de trabajo, aunque no nos entendimos con nadie, nos sonreímos con todos, era visible lo fuerte de estos lazos comunitarios.
Finalmente cruzamos el lago de vuelta y tuvimos la suerte de ver otro atardecer en el lago, con las bicis en la canoa y después un rápido viaje de vuelta al hostal antes de perder toda la luz del sol. Estos fueron los días en un lago rodeado de sencillez, artesanía, naturaleza y una energìa de bienvenida.
Nota: dejamos un lago que todavía sufre por la sobrepoblación, el incremento de visitas turísticas y la contaminación por la agricultura y sedimentación por las plantaciones flotantes. Varias de sus especies endémicas pueden correr peligro. Es por esto que en 2015, las Naciones Unidas la agregaron a Reservas de Biosfera de la Red Mundial para darle seguimiento y protección.
SUSCRÍBETE
Qué bien el Cayambe, se puso de nuestro lado para poder tomarle fotos. Aunque sí nos lanzó un frío y viento importante,