Todas hemos buscado una forma de vomitar la indignación acumulada en nuestro pecho, hemos llorado viendo al vacío a ver si por lo menos ahí encontramos algo. Creo que pretendíamos ver el futuro y, por un breve momento, vislumbramos algo que nos llenó de valentía: vamos a ser libres. Lo vi en el río negro de la marcha #TodasSomosMartha
Juntos escupimos las lágrimas que contuvimos como nudo en nuestra garganta mientras vimos los videos y escuchamos los relatos. Pareció el punto de ruptura para muchos, sintieron el YA BASTA entrecortado mientras lo decimos.
Este aprendizaje nos ha costado miles de vidas de mujeres que ya no están aquí, mujeres que no pudieron partir como todos en el mundo lo desean: morir en paz. Mujeres que maldijeron su “condición” de ser mujer.
Nos siguen fisurando el corazón: lo rompen los ignorantes, los verdugos que ejecutan nuestra sentencia: bajo este sistema ser mujer es una pena de muerte y quienes nos matan son amparados por los patriarcas de una sociedad a quien no le pesa el dedo al señalar a la mujer como culpable de todo lo inhumano que le pasa.
Las conversaciones educan. Que no de miedo romper la etiqueta que promulga no hablar de estos “asuntos” en la mesa. Aceptemos la responsabilidad que tenemos de informarnos, de informar, de dar el ejemplo de ir hombro a hombro con quienes comparten el deseo que debería ser universal, ser iguales.
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