El lugar de la semana es a uno de los volcanes activos más altos del mundo el cual culminó su última erupción en enero del 2016.
En anteriores visitas al Cotopaxi, nunca llegué más allá del parqueadero o pasear por la Laguna de Limpiopungo, esta vez fue diferente. Si bien no llegamos a la cumbre, porque eso lo dejamos para otra ocasión, ascendimos hasta donde empieza el hielo del nevado, aproximadamente a 5050 metros. Y fue más sencillo de lo que parece cuando ves la montaña a lo lejos.
En el parqueadero nos pusimos las últimas capas de ropa contra el frío. No son necesarias tantas, el movimiento de la subida te mantiene caliente. Elegimos la ruta de zig zag a la del camino recto al refugio y lo hicimos por dos razones: 1. Es menos cansado. 2. Tienes oportunidad de apreciar el paisaje en distintas etapas de la subida y un mayor rango de vista.
La parte interesante de este ascenso, aparte del cóndor y otras aves que logramos ver, fue pisar la arena roja que predomina la etapa de la subida. Su color se debe al calor que emana el volcán, de paso crea un increíble contraste con la nieve.
Una vez en el refugio, el cual alguna vez me pareció imposible alcanzar, nos encontramos con mucha gente de muchos lugares del mundo. Todos sentados contándose las experiencias y disfrutando de una bebida o comida caliente. Algunos preparándose para seguir subiendo, otros haciendo un poco de tiempo antes de bajar.
En una media hora más de caminar hacia arriba, llegamos al hielo, el cual se encuentra bastante alto. Pequeños ríos y una subida más empinada volvió a esta subida un obstáculo para mis zapatos de caucho y mi propensidad a resbalar. Pero la vista, la tierra, las piedras, el aire, todo valió la pena el pequeño esfuerzo extra que es para el corazón y las trabas mentales.
La bajada fue más rápida y divertida. Dimos grandes pasos que hundían nuestros pies en la arena y nos deslizamos con mayor rapidez. Mi récord de horas sin caídas en una aventura se rompió casi llegando al parqueadero desde donde empezaba la siguiente parte de la aventura.
Bajar en bicicleta después de una década (por lo menos) de no haber montado una, fue un reto. El descontrol por la rapidez y los saltos por las piedritas del camino no nos detuvo de bajar a grandes velocidades y peligrosos frenazos. En ciertas partes nos tomamos el tiempo de detenernos y observar nuestro alrededor. Estábamos rodeados de montañas, respiramos aire purísimo, la pacífica energía a los pies de una grande amenaza era innegable y tranquilizante. Una experiencia necesaria para mantener como recuerdo y objetivo de repetirla innumerables veces.
La última parada antes de regresar a Quito fue el punto de encuentro en la Laguna de Limpiopungo donde nos encontramos de nuevo con muchas personas de todo el mundo recuperándose del descenso y disfrutando del agua y el hermoso Rumiñahui. Unos últimos respiros de este aire curador y nos retiramos de vuelta a la capital. Agradecemos a Ecosportours por llevarnos en uno de sus tours al Cotopaxi! Vean sus redes y lo que ofrecen para que puedan vivir lo que nosotros vivimos en este gran volcán, hasta pronto!
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