Mauro Morandi desembarcó en una isla italiana de arena rosada y nunca más dejó su puesto como vigilante de Budelli.

La isla del archipiélago Maddalena, al sur de Italia, estaba a dos días de quedarse sin guardián, cuando Morandi decidió, in situ, que dejaría atrás toda su vida para tomar la vacancia y quedarse a cuidar el paraíso que ahora llama hogar.
En 1989 las corrientes llevaron a su débil catamarán a las orillas de la isla Budelli y sintió el llamado que lo obligó a quedarse. A poco tiempo de que se estableciera como el cuidador de la isla, el Gobierno italiano reconoció a este territorio como un lugar de alto valor natural y prohibió la entrada de turistas, con el propósito de cuidar su singular playa rosada y mares cristalinos.
Con una isla por cuidar, Mauro Morandi se ha dedicado a limpiar y proteger su flora y fauna. Sus días consisten en recolectar el plástico que traen las olas y educar a los turistas que se encuentra. Sus amigos, como él los describe, son los libros, hace esculturas de madera y sus momento preferidos son los atardeceres. Según Gisella Deputato, productora de CNN, él vive con dos gatos y dos gallinas.
“Beauty is where there are no people”
En 2016, tras una batalla legal con un interesado comprador Neozelandés, se declaró oficialmente a Budelli como parte del Parque Nacional Maddalena. Seguida esta incorporación, estuvo a punto de ser desalojado, pero con el apoyo de 18,000 se determinó que podrá continuar su guardianía indefinidamente. Él quiere morir en la isla, ser cremado y que sus cenizas vuelen por todo el paraíso.
Para saber más de su historia pueden ver el reportaje de Great Big Story o el de National Geographic o pueden seguirlo en su perfil de Instagram @maurodabudelli
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